Hoy en día casi todos los padres somos conscientes de que "la manera de educar" a nuestros hijos influirá en su manera de ser. También es extremadamente común escuchar a amigos y familiares: “míralo, es clavado a su padre", o "este niño tiene el mismo pronto que su abuelo".
Entonces, ¿en que quedamos? ¿De qué dependerá la manera de ser de mi hijo? ¿De su educación? ¿De la genética que le han trasmitido sus familiares a través de sus padres? Pues dependerá de las dos cosas, la manera de ser de todos y cada uno de nosotros está formada por una combinación de nuestros factores genéticos, heredados de nuestros familiares, y por la influencia que el entorno ha tenido sobre nosotros.
En este post, sin querer obviar la influencia de la genética nos ocuparemos de hablar de cómo influye el estilo educativo de los padres en la manera de ser de los hijos.
Cuando unos padres sean muy controladores e exigentes y utilicen métodos hostiles, sus hijos tenderán a tener una baja autoestima, a contar con un locus de control externo, a mostrar más hostilidad e impaciencia y a tener menor interiorización del razonamiento moral. Si además los padres muestran poco afecto, los hijos tenderán a tener dificultades en la vinculación afectiva y a exhibir peores habilidades sociales con tendencia al retraimiento, poca iniciativa y falta de espontaneidad.
Por otro lado la permisividad excesiva; es decir unos progenitores indulgentes que muestran su afecto pero no ejercen ni control ni exigencia, también parece tener efectos negativos favoreciendo que los hijos tengan una conducta más inmadura, con escaso autocontrol y falta de independencia y disposición para tomar responsabilidades.
En el caso de padres que ni muestran afecto, ni ejercen un control adecuado, es decir son negligentes, y no están implicados en la relación y educación de sus hijos, estos tenderán a presentar a la vez una falta de afecto y vinculación hacia los progenitores. También presentarán más impulsividad, baja tolerancia a la frustración, poco interés escolar , tendencia a hacer novillos, a tener amigos que desagradan a los padres, a empezar a fumar, a beber y tener relaciones sexuales a edades tempranas y por último, en edades posterior a no tener metas a largo plazo y a tener un historial delictivo.
En cambio los padres que muestren su afecto y su implicación en la educación de sus hijos, se ha relacionado con una mejor autoestima estos, un locus de control interno, un mejor cumplimiento de las normas, tendencia a ser amigables y tener buenas habilidades sociales, confiados, con interés en plantearse metas.
En conclusión, un estilo educativo basado en elevado afecto, adecuado control, ejercido con claras señales de cariño y normas claras y coherentes, además de una baja sobreprotección, parece asociarse a características positivas en los hijos.